martes, 1 de diciembre de 2009

LEYENDAS URBANAS

MILAGROS DE LOURDES
Una irlandesa católica que tenía muy mala salud se desplazó a Francia con la intención de visitar el famoso santuario de la Virgen de Louedes. El manantial que allí mana es conocido por su poder de realizar curaciones milagrosas.
La muger se cansó mucho de tanto esperar en la gruta antes de que empezara la bendición de los enfermos. Y, en vista de que había una silla de ruedas vacía entre la multitud de peregrinos, se sento un rato a descansar.
Cuando por fin se le acercó el sacerdote que estaba bendiciendo a los enfermos, la mujer se levantó de la silla. Cuando la vieron levantarse, todos los presentes empezaron a gritar que era un milagro.


LA CARTERA ROBADA

Un oficinista de Nueva York está haciendo su ruta habitual de footing una mañana temprano, antes de ir al trabajo, cuando otro corredor choca contra él con bastante fuerza. Instintivamente, se lleva la mano a la cartera y descubre que ya no la lleva en el bolsillo.
Decidido a no sentirse victima, el hombre se da vuelta y corre en pos del presunto ladrón, le agarra violentamente, le sacude y la grita apretando los dientes: ¡ Dame la cartera!.
El otro hombre, terriblemente intimidado, le da la cartera.
Una vez que el oficinista llega al trabajo, despues de ducharse y cambiarse de ropa,
les cuenta a sus compañeros el incidente.


EL SECADOR DE CONEJOS

Un hombre tenía un perro rottweiler en su casa. Por su lado la hija del vecino tenía un conejito.
Un día, el rottweiler aparece con el conejito en la boca, muerto. El hombre, al verlo, no sabe que hacer; sabe que la niña adora a su conejito. Entonces se fija en que el conejo no tiene sangre, por lo que deduce que el perro le habrá roto el cuello. Coje el conejo, lo limpia bien, coje un secador de pelo y lo seca. Después, sin que nadie lo vea, lo mete en la jaula en que estaba habitualmente,
pensando que a la mañana siguiente los vecinos creerán que se ha muerto de un ataque al corazón y así no se darán cuenta de que el perro del vecino lo ha matado.


LA MANO LAMIDA

Había una chica que tenía un perro que siempre dormía debajo de su cama. Cada vez que quería asegurarse de que todo iba bien, metía la mano debajo de la cama. Si el perro le lamía la mano era señal de que todo estaba bien.
Una noche, la chica estaba en la casa sola, en la cama. Oyó un ruido, como de un perro jadeando. Metío la mano debajo de la cama y el perro se la lamío. Aquella misma noche, mas tarde, le apeteció comer algo y bajo a la cocina. Al llegar allí oyó un plic, plic, plic. Se acercó al fregadero, pero no era el grifo lo que goteaba. En el fregadero, en cambio,habia un cuchillo ensangrentado.

Jan Harold Brunvand, El fabuloso libro de las leyendas urbanas

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